Erica rió y se enganchó del brazo de Heloísa. "Démosla aquí, donde pertenece".
Las piernas de Alana se sentían débiles, pero se negaba a llorar. No les daría la satisfacción.
Tres días más tarde, la mansión de los Tavares estalló en gritos.
"¿Fuiste a esa asquerosa discoteca?" resonó la voz de Francisco Tavares. "¿Cómo pudo mi hija avergonzarme de esta manera?"
"Papá, yo no..."
"¡Basta!" Francisco cortó. "Has cruzado la línea. Haz tus maletas. Ya no eres mi hija".
Erica permanecía en las escaleras, observando con una sonrisa arrogante. Todo iba según lo planeado.
Arriba, mientras Alana empacaba su maleta, Erica la acorraló. "Finalmente te estás yendo. Esta casa nunca fue tuya".

La ira hirvió en Alana. Abofeteó a Erica en la cara, dejando una marca roja. Erica gritó, corriendo escaleras abajo.
"¡Mamá, Papá! ¡Me pegó!" Erica lloró, arrojándose en brazos de Francisco.
Minutos más tarde, Alana estaba en la puerta con su maleta en la mano. La mirada fría de su padre y la sonrisa triunfante de Erica fueron lo último que vio antes de adentrarse en la noche.
Pasaron cinco años. Alana construyó una vida tranquila lejos de la familia Tavares. Intentó sanar, pero la paz no duró mucho.
Una tarde, un golpe en la puerta de su apartamento interrumpió su trabajo. La abrió y vio a dos hombres de traje.
"¿Miss Alana Tavares?" preguntó uno.
Su corazón se hundió. "¿Quién quiere saber?"
"Su madre, Amelia Camacho, salvó la vida de nuestro joven señor años atrás. Nuestra Dama desea conocerla".
Alana frunció el ceño. "¿La vieja Dama Presgrave?"
El hombre asintió. "Sí, es importante".
Antes de que pudiera responder, una voz pequeña llamó desde adentro. "Mamá, ¿quiénes son?"
El pecho de Alana se apretó. "Nadie", dijo, cerrando la puerta.
Mientras tanto, un hombre estaba sentado en un sofá de cuero en una mansión distante. Su voz era baja y autoritaria. "¿La encontraste?"
"Sí, Joven Señor Enzo. Está en la ciudad".
Una sonrisa oscura cruzó su rostro. "Bien. Tráemela a mí".
Last updated on January 30th, 2025 at 07:31 pm